Sugar Ray Robinson y la tragedia que conmovió al boxeo mundial
Bajo el cielo nublado de Cleveland, el 24 de junio de 1947, Sugar Ray Robinson subió al cuadrilátero para defender su título mundial de peso wélter. Su rival, Jimmy Doyle, apenas tenía 22 años y una carrera prometedora. Nadie imaginaba que aquella noche, el boxeo sería testigo de una tragedia que aún hoy sacude la memoria del deporte.
Desde los primeros asaltos, Robinson impuso su ritmo y precisión. Doyle resistió los embates con valentía, aunque su cuerpo empezaba a ceder ante los golpes certeros del campeón. En el sexto round logró abrir un corte sobre el ojo derecho de Robinson, lo que generó un breve respiro y encendió la ilusión de una remontada. Pero el destino tenía otros planes.
El golpe que cambió la historia
En el octavo asalto, Robinson lanzó dos derechas al cuerpo y un gancho de izquierda que impactó directo en el mentón de Doyle. El joven púgil cayó al suelo y nunca volvió a levantarse.
El árbitro detuvo la pelea. El resultado fue nocaut técnico, pero el desenlace fue mucho más doloroso que cualquier derrota deportiva.
Doyle fue trasladado en camilla al vestuario y luego al hospital, donde permaneció en coma durante 17 horas. Falleció a la mañana siguiente. El informe oficial determinó que la muerte fue consecuencia directa del golpe recibido en el ring.

El sueño premonitorio de Sugar Ray Robinson
Semanas después, el propio Sugar Ray Robinson confesó que había tenido un sueño premonitorio en el que veía morir a Doyle durante el combate.
“Esa mañana le dije a la comisión que no iba a pelear. Les conté lo que soñé, pero me insistieron en que era solo una pesadilla”, relató años más tarde.
Incluso un sacerdote y un ministro fueron llamados para tranquilizarlo antes de subir al ring. Robinson accedió, aunque el peso de aquella decisión lo acompañó por el resto de su vida.
“Soñé que lo golpeaba y caía muerto. Y así pasó. Estuve mucho tiempo sin poder pelear. Después de eso, ya no podía pegar fuerte. Algo se me rompió por dentro”, confesó en una entrevista con medios estadounidenses.
Investigación y absolución
La Comisión Atlética de Cleveland abrió una investigación para determinar si el campeón tenía responsabilidad en la muerte de su rival.
El medio especializado Boxing News publicó el 9 de julio de 1947 que no existía culpa alguna de Robinson, ya que Doyle contaba con autorización médica para competir.
Quince meses antes había sufrido un nocaut con conmoción cerebral, pero había regresado al ring con cinco victorias consecutivas. Ese rendimiento lo colocó como legítimo aspirante al título.
Sin embargo, el caso evidenció una falla en la reglamentación: la norma obligaba a los campeones a defender el cinturón cada seis meses, lo que muchas veces forzaba a enfrentar rivales que no estaban en plenitud física. “El médico aprobó a Doyle, lo que exime a Robinson, pero el impacto psicológico fue devastador”, señalaba el informe de la época.
Un campeón marcado por la culpa
A pesar de ser exonerado, Sugar Ray Robinson nunca logró desprenderse del peso moral de aquella noche. Se mantuvo alejado del ring durante dos meses y regresó con un nocaut fulminante en el primer round.
En los años siguientes, conquistó el título mundial de peso mediano en cinco ocasiones y acumuló una carrera legendaria: 202 combates, 175 victorias, 110 por nocaut.
No obstante, cada vez que recordaba a Doyle, su tono se volvía sombrío. Robinson cumplió una promesa silenciosa: ayudó económicamente a los padres del boxeador fallecido. Con las bolsas de sus siguientes peleas, les compró una casa y continuó enviándoles dinero hasta el final de su vida.
De la gloria a la despedida
En 1950 defendió por última vez su cinturón wélter ante Charley Fusari y donó toda la recaudación a la investigación del cáncer. Luego subió de categoría, protagonizando una de las rivalidades más recordadas de la historia contra Jake LaMotta.
Su última pelea fue en 1965, ante Joey Archer. Perdió por decisión unánime y anunció su retiro con una ovación que mezcló respeto y nostalgia.
El escritor Pete Hamill describió aquella noche como “una de las más tristes del boxeo moderno”.
En sus últimos años, Robinson padeció diabetes y Alzheimer. Murió el 12 de abril de 1989 en Los Ángeles, a los 67 años. La Associated Press lo eligió como el mejor boxeador del siglo XX, y ESPN lo reconoció en 2007 como el más grande de todos los tiempos.
Su legado trasciende los récords y las estadísticas: fue el hombre que llevó la elegancia al ring, pero también quien conoció el lado más oscuro del boxeo.
Aquella noche de Cleveland quedó grabada como el punto donde la gloria se cruzó con la tragedia, marcando para siempre el nombre de Sugar Ray Robinson.