Tensión en el Mediterráneo: Flotilla humanitaria denuncia un “apriete” de un buque de guerra israelí en alta mar

by 1 de octubre de 2025

Lo que era un viaje con destino a Gaza, cargado de ayuda humanitaria y simbolismo, se convirtió de repente en una escena de película de guerra. La flotilla por la libertad, un convoy de barcos con activistas de más de cuarenta países, denunció que un buque de la marina israelí les hizo la vida imposible durante varias horas, en lo que calificaron como una “operación intimidatoria” en toda regla.

Según el comunicado que largaron los organizadores, la cosa se puso fulera cuando uno de los barcos, el ‘Alma’, fue rodeado “de forma agresiva” por el buque militar. No fue un simple cruce. Hablan de una maniobra de acoso que duró varios minutos y que puso los pelos de punta a toda la tripulación. Para colmo, en medio del quilombo, las comunicaciones a bordo, hasta las transmisiones internas, se cortaron de golpe, como si alguien hubiera bajado una palanca a distancia. Justo en ese momento, el buque de guerra se les vino encima, tan cerca que el capitán del ‘Alma’ tuvo que pegar un volantazo para no terminar chocando de frente. Un susto que, por suerte, no pasó a mayores.

Pero el apriete no terminó ahí. Una vez que dejaron en paz al ‘Alma’, el mismo buque de guerra enfiló para el ‘Sirius’, otra de las embarcaciones de la misión, y repitió el libreto. Maniobras de hostigamiento, pasadas a toda velocidad y un mensaje clarito sin necesidad de palabras: “den la vuelta”. Desde la flotilla por la libertad aseguran que estas acciones no solo fueron temerarias, sino que pusieron en un riesgo gravísimo a toda la gente que va a bordo, gente común y corriente que no tiene nada que ver con un conflicto armado.

¿Qué busca la flotilla por la libertad y por qué sigue viaje?

Para entender este embrollo, hay que saber qué es esta flotilla. No son un par de loquitos en un bote. Se trata de una misión civil, pacífica y no violenta, según se definen ellos mismos. ¿El objetivo? Desafiar lo que consideran un bloqueo ilegal de Israel sobre la Franja de Gaza y, de paso, abrir un corredor humanitario para que entre ayuda. Llevan alimentos, medicamentos, cosas básicas que para cualquiera de nosotros son el pan de cada día, como la leche o la yerba, pero que allá son un tesoro. La gente que viaja viene de todos lados, son médicos, periodistas, abogados y hasta algún que otro político, todos voluntarios que pusieron de su bolsillo y su tiempo para este laburo.

Ellos insisten en que su misión es legal y que cualquier intento de frenarlos en aguas internacionales es, lisa y llanamente, un crimen de guerra. “Aceptar como normal esta amenaza de asalto a una acción pacífica y humanitaria equivale a avalar la impunidad de Israel y silenciar la denuncia del genocidio”, sentenciaron en su comunicado. A pesar del susto y la presión, dejaron claro que no piensan dar marcha atrás. La determinación, dicen, sigue intacta y el rumbo fijado es Gaza.

Antes de este cruce con el buque de guerra, el ambiente ya venía caldeado. Horas antes, habían denunciado que varios drones sobrevolaban la zona sin parar y que algunas embarcaciones no identificadas, con las luces apagadas, se habían acercado de forma sospechosa. Esto los obligó a activar los protocolos de seguridad, esperando lo peor en cualquier momento.

El rol de España: entre la protección y el “mejor no se metan”

Acá es donde la cosa se pone más compleja y entra a jugar la diplomacia, o la falta de ella. Una parte importante de la tripulación y de la organización es española, por lo que el gobierno de Pedro Sánchez tiene un papel protagónico. Sin embargo, la respuesta de Madrid, según la flotilla por la libertad, dejó mucho que desear. Acusan al gobierno español de lavarse las manos, de limitarse a pedirles que abandonen la misión en lugar de cumplir con su responsabilidad de proteger a sus ciudadanos en el extranjero.

“En lugar de inhibirse, debería garantizar nuestra seguridad hasta llegar a Gaza y exigir la apertura de un corredor humanitario”, reclamaron. La postura oficial del gobierno español, que se conoció por fuentes internas, es bastante más cauta. Si bien enviaron un buque de salvamento marítimo a la zona, le comunicaron a la flotilla que este barco no puede entrar en la “zona de exclusión” que declaró el ejército israelí. ¿La razón? Entrar ahí “pondría en riesgo la integridad física de su tripulación y de la propia flotilla”.

En criollo: el gobierno español les dijo que si se meten en esa zona, se la banquen solos. La recomendación fue “encarecidamente” que no lo hicieran, porque se exponían a un “riesgo severo”. Para la flotilla, esto es una forma elegante de decirles que no se van a jugar en un conflicto diplomático con Israel para defender una misión ciudadana. Un balde de agua fría para quienes esperaban un respaldo más contundente.

Así las cosas, la flotilla por la libertad navega en un mar de tensiones. Por un lado, la presión militar israelí que busca disuadirlos a cualquier costo. Por otro, la sensación de abandono por parte de los gobiernos que deberían protegerlos. Y en el medio, cientos de civiles con un cargamento de ayuda que podría ser un respiro para miles de personas en Gaza. El rumbo está fijado, pero el final de este viaje es, a esta altura, una moneda en el aire.

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