Este martes, en el corazón de Katmandú, una niña de tan solo dos años fue proclamada como la nueva diosa viviente de nepal, una figura venerada conocida como la Kumari. La ceremonia, que tuvo lugar durante el festival anual más importante del país, marca el inicio de su vida como una deidad terrenal, una tradición centenaria que fusiona las creencias hindúes y budistas y que sigue fascinando al mundo.
La Kumari, o Kumari Devi, es considerada la manifestación humana de la diosa Taleju Bhawani, una deidad protectora del valle de Katmandú. Su papel es de suma importancia espiritual para los nepalíes, quienes creen que tiene el poder de bendecir a la nación, proteger a la familia real (históricamente) y a los líderes del gobierno, y asegurar la prosperidad. La tradición se remonta al menos al siglo XVII, durante la dinastía Malla, y ha perdurado a través de los cambios políticos y sociales del país.
La elección de una nueva Kumari ocurre cuando la titular alcanza la pubertad, momento en el que se considera que la diosa abandona su cuerpo. Es entonces cuando comienza una búsqueda exhaustiva y meticulosa para encontrar a su sucesora entre las niñas de la comunidad Newar, específicamente del clan Shakya, al que también pertenecía Buda Gautama.
El Riguroso Proceso de Selección de la Kumari
El proceso para seleccionar a la nueva diosa viviente es complejo y está lleno de rituales ancestrales. No cualquier niña puede aspirar al título; debe cumplir con una serie de requisitos físicos y espirituales muy estrictos, conocidos como los «battis lakshanas» o las 32 perfecciones. Estos criterios son evaluados por un comité de sacerdotes y astrólogos de alto rango.
Además de pertenecer a la casta Shakya, la candidata debe tener un horóscopo que se considere favorable y compatible con el del rey de Nepal (una tradición que se ha adaptado tras la abolición de la monarquía). Físicamente, la niña debe gozar de una salud excelente, no tener ninguna cicatriz o marca de nacimiento y no haber perdido nunca sangre, ni siquiera por un rasguño menor. Sus características físicas deben ser simbólicas y perfectas según los textos sagrados.
Algunas de las 32 perfecciones requeridas incluyen:
- Un cuerpo con forma de árbol de banyan.
- Pestañas como las de una vaca.
- Muslos como los de un ciervo.
- Un pecho como el de un león.
- Una voz suave y clara como la de un pato.
- Piel suave y sin imperfecciones.
- Cabello y ojos de color negro intenso.
Una vez que se preseleccionan varias candidatas que cumplen con estos atributos, deben someterse a una prueba final de valentía. Durante el festival de Dashain, las niñas son llevadas a un patio oscuro del templo Taleju, donde se han sacrificado búfalos y cabras. Deben pasar la noche solas en esta sala, rodeadas de las cabezas de los animales sacrificados y de hombres enmascarados que bailan para asustarlas. La niña que permanece serena y sin miedo durante toda la prueba demuestra que posee la calma y el espíritu de la diosa Taleju, confirmando así su elección como la nueva Kumari.
La Vida Divina en el Kumari Ghar
Tras su nombramiento, la vida de la niña cambia radicalmente. Abandona a su familia para vivir en el Kumari Ghar, un palacio-templo situado en la plaza Durbar de Katmandú. A partir de ese momento, sus pies no pueden tocar el suelo fuera del palacio, por lo que siempre es transportada en un palanquín dorado, en brazos de sus cuidadores o sobre alfombras especiales. Su familia puede visitarla, pero de una manera formal, ya que ahora es una deidad a la que deben mostrar reverencia.
La Kumari viste exclusivamente de rojo, se peina con un moño alto y se le dibuja el «agni chakshu» o «ojo de fuego» en la frente como símbolo de sus poderes especiales. Su rutina diaria está marcada por rituales y la recepción de devotos que acuden en busca de su bendición. Se cree que sus expresiones pueden predecir el futuro de quienes la visitan: un llanto o un grito auguran una enfermedad grave, mientras que si recoge las ofrendas de comida, indica problemas financieros.
Aunque tradicionalmente las Kumaris no recibían educación formal, en las últimas décadas se han producido cambios significativos. Ahora, tutores privados acuden al Kumari Ghar para impartirle clases, asegurando que reciba una educación que le facilite la transición a una vida normal en el futuro.
El Retorno a la Vida Mortal
El reinado de la Kumari como diosa viviente termina abruptamente con su primera menstruación. Se considera que la pérdida de sangre la vuelve impura y que la diosa Taleju abandona su cuerpo. En ese momento, deja de ser una deidad y debe regresar con su familia para vivir como una ciudadana común. El gobierno de Nepal le proporciona una pensión vitalicia como reconocimiento a su servicio.
La transición de diosa a mortal suele ser un desafío considerable. Después de años de ser veneradas y cuidadas, las ex-Kumaris deben aprender a realizar tareas cotidianas como caminar por la calle, ir a la escuela con otros niños y relacionarse socialmente. Existe una superstición popular que afirma que casarse con una ex-Kumari trae mala suerte o una muerte prematura al marido, un mito que ha dificultado que muchas de ellas encuentren pareja, aunque en la actualidad esta creencia está perdiendo fuerza.
Una Tradición entre la Devoción y la Controversia
La tradición de la Kumari no ha estado exenta de críticas, especialmente por parte de activistas de los derechos del niño. Argumentan que la práctica priva a las niñas de una infancia normal, de su libertad y de su derecho a la educación y al juego. Sostienen que el aislamiento y la presión de ser una deidad pueden tener consecuencias psicológicas a largo plazo.
En respuesta a estas preocupaciones, la Corte Suprema de Nepal emitió un fallo en 2008 que defendía la tradición como un pilar cultural, pero ordenaba al gobierno garantizar los derechos humanos de la Kumari, incluyendo su derecho a la educación, la libertad de movimiento y la atención sanitaria. Desde entonces, se han implementado medidas para mejorar sus condiciones de vida, como la educación formal dentro del palacio y un mayor acceso a la tecnología, buscando un equilibrio entre la preservación de una costumbre ancestral y la protección del bienestar de la niña.