Crisis en Colombia: incertidumbre económica y política golpean la vida cotidiana

by 1 de octubre de 2025
Photo by Flavia Carpio

La crisis en Colombia refleja un panorama donde economía, política y violencia se cruzan a diario.

Mirar el panorama de Colombia hoy es como asomarse a un balcón donde se cruzan varias tormentas al mismo tiempo. Por un lado, una crisis política que no da respiro, con un gobierno en el centro de la polémica; por otro, una economía que camina sobre una cuerda floja, mandando señales contradictorias que tienen a más de uno con el corazón en la boca. Y de fondo, como una música que nunca para, la violencia estructural y una deuda social que parece impagable. No es un escenario para tibios, y cada noticia que salta a la palestra parece una nueva pieza en este rompecabezas complejo y, por momentos, desolador.

Crisis en Colombia: economía entre el relato oficial y la realidad

El gobierno de Gustavo Petro sacudió el tablero con una jugada de alto riesgo: renunciar a la línea de crédito flexible del Fondo Monetario Internacional. Desde la Casa de Nariño lo venden como un gesto de soberanía y fortaleza, apalancado en unas reservas internacionales supuestamente robustas. Sin embargo, para no pocos analistas y opositores, la decisión es un salto al vacío, una movida que deja al país más expuesto a los vaivenes del mercado global. La frase “a un paso del abismo” resuena en los pasillos económicos, generando una incertidumbre que el país no necesitaba.

Esta decisión, lejos de ser un hecho aislado, se enmarca en un contexto económico que es un verdadero sube y baja. Mientras el ministro de Hacienda ya empieza a hacer cuentas sobre el aumento del salario mínimo para 2026, un dato pone los pelos de punta: la economía está en alerta roja. Se calcula que cada media hora una familia o un negocio se declara en quiebra. Es una estadística brutal que choca de frente con el optimismo oficial y que pinta un cuadro de fragilidad que afecta directamente al laburante de a pie. En este mar de pálidas, una pequeña buena noticia para el bolsillo: los usuarios de tarjetas de crédito verán una baja en las tasas de interés, un alivio mínimo en medio de la tormenta perfecta.

En lo político, la crisis en Colombia profundiza la polarización institucional.

Crisis en Colombia: economía entre el discurso oficial y la dura realidad

Si la economía es un quilombo, la política no se queda atrás. La gestión de Petro parece vivir en un estado de confrontación permanente, tanto hacia afuera como hacia adentro. El último escándalo, la revocación de su visa estadounidense, fue la excusa perfecta para que la oposición afilara sus críticas. El expresidente César Gaviria no se anduvo con chiquitas y sentenció que el episodio “revela el aislamiento internacional al que conduce al país”. La diplomacia del tuit y la confrontación directa parecen estar pasándole factura al presidente, que a su vez no pierde oportunidad para culpar a sus antecesores, como hizo con Iván Duque a propósito de la deuda con el FMI.

La temperatura política se eleva también en el frente judicial. La condena a Diego Cadena, el exabogado de Álvaro Uribe, reavivó uno de los casos más emblemáticos de la polarización colombiana. La defensa de Cadena habla de un “odio ideológico”, una frase que encapsula perfectamente el nivel de fractura que atraviesa la sociedad y sus instituciones. Mientras tanto, el gobierno sigue generando controversia con sus nombramientos. La designación de Laura Sarabia, una figura central en varias polémicas, como embajadora en el Reino Unido —su quinto cargo en la administración—, alimenta las acusaciones de amiguismo y de un círculo de poder cada vez más cerrado y cuestionado.

La Colombia profunda: abandono, violencia y desidia estatal

Lejos de los despachos de Bogotá, la realidad cotidiana de muchos colombianos es bastante más cruda. La violencia, lejos de amainar, muta y demuestra la alarmante capacidad de los grupos criminales. La aparición de la “Mocromafia”, una red con nexos internacionales y participación de narcos locales, es un recordatorio de que el crimen organizado es un monstruo de mil cabezas. En Tumaco, la imagen de alias ‘Uriel’ liderando una fiesta con narcocorridos, disparos y la presencia del alcalde local es una postal del descontrol y la connivencia entre el poder ilegal y, en ocasiones, el legal.

Pero la violencia no es solo la de las balas. Es también la violencia de la desidia. El caso de un campesino que, tras un accidente con una motosierra, lleva más de diez días esperando que la Nueva EPS le autorice una cirugía para no perder el brazo, es un reflejo desgarrador de un sistema de salud colapsado y deshumanizado. Es la cara más cruel de un Estado que falla en lo más básico. A esto se suman historias como la de la familia Colmenares, que denuncia a la Unidad Nacional de Protección por irregularidades, sembrando más dudas sobre la capacidad de las instituciones para cuidar a sus ciudadanos.

Crisis en Colombia: familias esperando atención médica en hospital público

Fútbol y farándula: el escape necesario

En medio de este panorama tan denso, la gente busca refugio en lo que puede. El fútbol, como siempre, funciona como catalizador de pasiones y olvidos momentáneos. La presentación de la nueva camiseta de la selección para el Mundial 2026 genera una ilusión colectiva, un paréntesis de unidad en un país dividido. Las idas y vueltas de figuras como James Rodríguez o los dramas de los equipos locales ocupan horas de debate, desviando la atención de los problemas más urgentes.

La farándula y la cultura también ofrecen su cuota de escapismo. El anuncio del regreso de Miguel Bosé a Medellín o las polémicas de influencers como Aida Victoria Merlano generan un ruido mediático que, por un rato, tapa el sonido de las cacerolas vacías y las sirenas. Son las dos caras de la misma moneda: un país que sufre y se desangra, pero que también canta, baila y sueña con un gol en el último minuto.

En síntesis, la crisis en Colombia seguirá marcando la agenda hasta que haya señales claras de estabilización.

En definitiva, Colombia se debate en una encrucijada permanente. Las decisiones que se toman en la cúpula del poder tienen un eco inmediato y a veces devastador en la calle, en el campo, en la vida de la gente común. El desafío sigue siendo el mismo de siempre: construir un proyecto de país que logre cerrar las brechas, que ofrezca algo más que polarización y promesas rotas. Por ahora, el día a día es una batalla, y el futuro, una pregunta abierta con una respuesta que nadie se atreve a dar.

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