El Comando Vermelho, una de las organizaciones criminales más poderosas de Brasil, ha perfeccionado una red de refugios que mezcla geografía, poder armado y lealtad criminal. Según el Ministerio Público de Río de Janeiro (MPRJ), los máximos jefes del grupo permanecen ocultos en grandes favelas fortificadas, convertidas en auténticos bastiones urbanos como Penha y Alemão.
Estas zonas, escenario de la última megaoperación policial que dejó más de un centenar de muertos, funcionan como verdaderas fortalezas donde se concentran armamento pesado, barricadas, cámaras de vigilancia y puestos de observación. Cada acceso es vigilado y controlado por los “soldados” del grupo, lo que dificulta cualquier incursión policial.
El plan de ocultamiento
De acuerdo con informes del MPRJ, la estrategia del Comando Vermelho busca proteger a sus líderes dentro de territorios controlados, donde el Estado tiene presencia mínima. Las comunidades de Salgueiro, Rocinha y Penha actúan como santuarios: allí, los cabecillas locales y criminales llegados de otros estados encuentran refugio y logística para continuar con sus operaciones.
El documento judicial indica que los altos mandos impusieron una regla: las figuras clave deben residir dentro de grandes complejos urbanos para dificultar su localización. Desde estos enclaves, manejan las finanzas, coordinan la venta de drogas y negocian alianzas con otras facciones.

(Foto de Pablo Porciúncula / AFP)
Los líderes protegidos
Entre los principales nombres figura Daniel Afonso de Andrade, alias “Danado”, quien según la fiscalía controla el Morro Jorge Turco, en Rocha Miranda. Actualmente estaría oculto en el Complejo da Penha, donde supervisa el flujo de dinero y reporta directamente a los jefes del Comando Vermelho.
Otro de los señalados es José Severino da Silva Junior, conocido como “Jetta” o “Soró”, con más de 30 antecedentes penales. Él controla las favelas de Castelar y Palmeirinha, en Belford Roxo, y se presume que opera bajo el mismo esquema de protección.
A ellos se suma Thiago Barbosa Conrado, alias “Taz” o “TH do Rasta”, responsable de la comunidad Rasta, en Duque de Caxias, con más de 50 causas por homicidio, robo y narcotráfico. Su papel, al igual que el de los demás, consiste en presentar informes financieros y coordinar el movimiento de drogas dentro del complejo.
La estructura financiera
Los reportes del MPRJ describen un sistema económico paralelo en el que cada líder local debe rendir cuentas y entregar porcentajes de las ganancias a la cúpula. La contabilidad es detallada y los ingresos, millonarios. El Complejo da Penha, según la investigación, se ha convertido en el centro financiero y logístico de la organización.
Eduardo Lisboa de Freitas, alias “Du Mec”, cumple allí el rol de gerente del tráfico: supervisa los puntos de venta, coordina la llegada de nuevos traficantes desde otros estados y garantiza la seguridad interna. Su figura es clave en el esquema de expansión del Comando Vermelho.
Favelas como fortalezas
La Policía Civil de Río de Janeiro reconoció que las favelas fortificadas representan uno de los mayores desafíos para el combate al crimen organizado. En estas zonas, el poder estatal se disuelve entre callejones, barricadas y puestos de vigilancia armados. Las fuerzas de seguridad solo pueden ingresar mediante operaciones masivas y con apoyo militar, lo que incrementa la violencia y los riesgos civiles.
Las imágenes difundidas tras la última incursión en el Complexo do Alemão muestran vehículos incendiados, barricadas de metal y civiles desplazándose en medio del fuego cruzado. Para los fiscales, este tipo de estructuras no solo esconden a los líderes, sino que consolidan un modelo de poder paralelo en los márgenes urbanos de Río.

La respuesta oficial
El gobierno estatal ha prometido nuevas estrategias para recuperar el control de los grandes complejos, aunque los expertos advierten que las operaciones policiales, sin políticas sociales profundas, solo generan ciclos de violencia.
“Las favelas del Comando Vermelho son más que refugios; son centros de poder criminal con una base social forzada”, explica un investigador del MPRJ. “El Estado debe entrar no solo con armas, sino con educación, salud y oportunidades”.
Mientras tanto, las favelas fortificadas continúan desafiando al Estado y protegiendo a los líderes del crimen. Desde sus bastiones, el Comando Vermelho mantiene su influencia en Río de Janeiro, combinando miedo, dinero y control territorial.
