Tolosa encarecimiento crecimiento: la frase que agitó el debate económico
Tolosa encarecimiento crecimiento fue la combinación de palabras que encendió la polémica en Uruguay. El presidente del Banco Central, Guillermo Tolosa, afirmó en un reciente evento que “ojalá que Uruguay se encarezca mucho más”, vinculando esa idea al progreso económico del país.
Las declaraciones de Tolosa sobre el supuesto vínculo entre encarecimiento y desarrollo económico no pasaron desapercibidas. La propuesta generó rechazo inmediato entre especialistas, que advierten que subir precios no siempre es sinónimo de progreso.
Tolosa no se limitó a una declaración aislada. En su presentación defendió un plan para desdolarizar la economía, fomentar el uso del peso y revalorizarlo como moneda de ahorro, consumo e inversión. Sin embargo, lo que más resonó fue el concepto de que un país “más caro” puede ser sinónimo de prosperidad. ¿Tiene sustento esa afirmación? ¿O estamos frente a una justificación de la inflación disfrazada de crecimiento?
¿Precios altos como señal de desarrollo?
Desde una óptica teórica, Tolosa planteó que si los salarios aumentan junto con los precios, el país está creciendo. En otras palabras, si el encarecimiento ocurre como consecuencia de una mayor actividad económica y demanda sostenida, entonces podría interpretarse como un síntoma positivo.
Pero esa lectura, para muchos economistas, ignora un punto clave: en Uruguay, el alza de precios suele ir por delante de los ingresos. Los ajustes salariales llegan tarde o son insuficientes, lo que se traduce en pérdida de poder adquisitivo, sobre todo en los sectores medios y bajos.
Además, un país puede encarecerse no por riqueza, sino por inflación estructural, impuestos elevados o distorsiones cambiarias. Por eso, el vínculo entre encarecimiento y crecimiento no es automático, ni mucho menos universal.
El plan del Banco Central: menos dólares, más peso
Más allá de la frase polémica, Tolosa anunció un conjunto de medidas destinadas a fortalecer el peso uruguayo frente al dólar. Entre ellas se destacan:
-
Eliminar beneficios fiscales para inversiones en el exterior.
-
Establecer cargos adicionales a préstamos en dólares para empresas que operan solo en el mercado interno.
-
Fomentar cuentas en pesos con instrumentos indexados a la inflación (UI), para dar estabilidad al ahorro.
-
Proponer una dualidad de precios en pesos y dólares para fomentar el uso de la moneda local.
La intención es clara: revertir la lógica de ahorro en divisas extranjeras que, según el BCU, genera volatilidad y dependencia externa. Sin embargo, la transición no será fácil si los ciudadanos no perciben que su dinero en pesos rinde o se conserva en el tiempo.
Reacciones: entre escepticismo y advertencia
La frase “ojalá que Uruguay se encarezca” fue, para muchos, un tiro en el pie. Quienes rechazan esta visión argumentan que el país ya es uno de los más caros de la región, con precios altos en bienes básicos, combustibles y servicios. Asociar eso a progreso, dicen, no tiene ningún sentido si no hay mejoras palpables en calidad de vida.
Desde algunos sectores técnicos se alertó que el mensaje puede ser malinterpretado y dar lugar a políticas que consoliden la inflación como parte del modelo, en lugar de combatirla. Incluso se vinculó el discurso a una “narrativa oficial” que busca justificar la carga fiscal creciente con un discurso optimista, aunque alejado de los datos reales.
¿Qué dicen los números?
Durante el último gobierno del Frente Amplio, según algunas estimaciones, el PBI cayó levemente. El actual gobierno tampoco logró grandes saltos en crecimiento, más allá de cierta recuperación post-pandemia. Con este contexto, cualquier discurso que hable de “crecer” debe ser leído con lupa y contexto.
A su vez, el poder adquisitivo promedio ha sufrido golpes por inflación acumulada, tipo de cambio poco competitivo y pérdida de confianza en la moneda nacional. Es difícil hablar de encarecimiento saludable cuando muchos uruguayos no llegan a fin de mes.
Conclusión
Tolosa encarecimiento crecimiento: tres palabras que, combinadas, generan debate. ¿Puede un país volverse más caro y crecer al mismo tiempo? Tal vez sí, pero solo si ese encarecimiento viene con más ingresos reales, más productividad y mayor bienestar para todos.
Sin esas condiciones, lo que queda es solo una inflación mal maquillada. Y eso, lejos de ser progreso, es retroceso con otro nombre.