Fútbol infantil en crisis: violencia adulta empaña el juego de los más chicos
El fútbol, ese deporte que une generaciones y despierta pasiones en cada rincón del país, atraviesa una crisis silenciosa cuando los adultos olvidan que los protagonistas son los niños. Lo ocurrido el domingo en Salto, durante un partido entre Universitario y River Plate en la categoría Sub-13, expuso una realidad que se repite con demasiada frecuencia: la presión, la frustración y la violencia verbal que los mayores trasladan a las canchas infantiles.
Entre la pasión y el bochorno: cuando el fútbol deja de educar
En Uruguay, el fútbol es casi una materia obligatoria. Como el carnaval, forma parte de nuestra identidad cultural. Pero en lugar de ser una herramienta para enseñar valores como el respeto, la tolerancia y el trabajo en equipo, muchas veces se convierte en un escenario donde los adultos proyectan sus propias frustraciones.
Desde la tribuna, padres, tíos y abuelos gritan indicaciones, critican decisiones técnicas y exigen que sus hijos jueguen como estrellas internacionales. Si el niño no driblea como Messi o no define como Cristiano, la decepción se transforma en enojo. Y si el equipo pierde, el árbitro, el técnico o el compañero de turno se convierten en blanco de insultos.
Entrenadores desbordados: exigencias que superan el juego
Los entrenadores tampoco escapan a esta dinámica. Algunos, lejos de acompañar el proceso formativo, descargan sus propias ansias competitivas sobre los chicos. Les exigen velocidad, fuerza, precisión y agresividad, sin considerar que están frente a niños en pleno desarrollo físico y emocional.
No todos actúan así, claro está. Pero cuando el foco se pone únicamente en el resultado, se pierde la esencia del fútbol infantil: jugar con ganas, aprender a convivir y construir comunidad. El partido termina, pero el vínculo entre compañeros debería fortalecerse, no romperse.
El episodio en Salto: una imagen que duele
Lo que ocurrió en la cancha de Nacional de Salto fue grave. Durante el encuentro entre Universitario y River Plate, categoría Sub-13, se registraron incidentes que, por respeto a los menores involucrados, no fueron difundidos en video. La imagen que circuló fue suficiente para generar indignación.
Los chicos tienen responsabilidad, sí, pero no culpa. Son reflejo de lo que ven y escuchan. Los dirigentes de ambos clubes les deben una disculpa pública, no solo a sus jugadores, sino a toda la comunidad que confía en el fútbol como espacio de formación.

			