Inicio CienciaCuriosidades científicasNuevos modelos revelan interior rocoso en Urano y Neptuno, desafiando teorías previas

Nuevos modelos revelan interior rocoso en Urano y Neptuno, desafiando teorías previas

Investigaciones recientes proponen que Urano y Neptuno poseen una estructura interna más rocosa, alterando nociones previas sobre los gigantes helados del Sistema Solar.

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Urano y Neptuno en nuevas simulaciones internas

Urano y Neptuno podrían ser menos helados y más rocosos: una revisión que sacude a la astronomía

Durante décadas, la clasificación de Urano y Neptuno como “gigantes helados” se mantuvo sin grandes cuestionamientos. Sin embargo, estudios recientes realizados por equipos de investigación europeos comenzaron a abrir una discusión inesperada: los dos planetas más distantes del Sistema Solar podrían tener una estructura interna mucho más rocosa de lo que la teoría tradicional sostenía. Esta revisión, que reabre debates sobre la formación planetaria, replantea la visión que tenemos de Urano y Neptuno y de su rol en la arquitectura del sistema que habitamos.

La nueva hipótesis parte de modelos numéricos que integran datos gravitacionales, simulaciones de presión extrema y escenarios de evolución temprana. Los resultados apuntan a que Urano y Neptuno contendrían una fracción de roca significativamente mayor que la estimada anteriormente, reduciendo en forma proporcional la cantidad de hielo de agua, metano y amoníaco en sus capas profundas. No se trata de un simple matiz: si se confirma, implicaría reescribir una parte sustancial de la historia de los planetas exteriores.

La investigación que cuestiona la categoría tradicional de los gigantes helados

El modelo clásico describe a Urano y Neptuno como mundos fríos compuestos mayoritariamente por hielos volátiles. Bajo esa premisa, el metano atmosférico explicaba su característico tono azul, mientras que la presencia de agua y amoníaco solidificados constituía gran parte de su masa interna. Sin embargo, el avance de herramientas computacionales permitió probar escenarios alternativos que no estaban disponibles cuando estas definiciones se formularon.

Los análisis más recientes evalúan cómo podrían haberse distribuido los materiales de la nebulosa solar original durante las primeras etapas de formación. Allí surge la gran sorpresa: al ajustar los parámetros de densidad y compresión, las simulaciones muestran que solo una fracción moderada de hielo sería necesaria para explicar las observaciones actuales. El resto podría corresponder a roca, algo bastante más cercano a la constitución de planetas como la Tierra o Marte, aunque con una envoltura gaseosa sustancial.

Este giro conceptual obliga a revisar el término “gigante helado”, que quizá simplifica demasiado una realidad más compleja. Aunque Urano y Neptuno seguirían siendo mundos fríos, su interior podría tener una estructura transicional entre los planetas rocosos y los gigantes gaseosos.

Urano y Neptuno en el contexto del Sistema Solar exterior

Un elemento clave para entender este cambio es la ubicación de Urano y Neptuno en la parte más remota del Sistema Solar. A esas distancias, el Sol ejerce menos influencia térmica, por lo que los procesos de condensación de hielos parecen lógicos. Sin embargo, si la proporción de roca es mayor a la estimada, eso implicaría un transporte de materiales más masivo desde regiones internas durante la formación planetaria.

Además, Urano presenta una inclinación axial extrema —casi 98 grados— que sugiere un impacto monumental en el pasado. Ese episodio podría haber alterado su distribución interna de materiales, generando un planeta menos homogéneo de lo que se pensaba. Neptuno, por su parte, tiene una dinámica atmosférica violenta, con vientos que superan los 2.000 km/h, lo que indica procesos energéticos intensos en su interior, posiblemente asociados a composiciones más densas.

La pregunta es si ambos planetas evolucionaron de manera similar o si las diferencias observadas hoy responden a orígenes divergentes. Lo que sí queda claro es que la composición de Urano y Neptuno sigue ofreciendo más incógnitas que certezas.

Implicancias científicas de considerar a Urano y Neptuno más rocosos

La hipótesis de un interior más rocoso no es un simple ejercicio teórico. Afecta de manera directa el modo en que entendemos la formación de sistemas planetarios, no solo en el nuestro, sino también en los miles de exoplanetas descubiertos en las últimas décadas. De hecho, muchos exoplanetas hallados por telescopios como Kepler o TESS tienen tamaños similares a Urano y Neptuno, pero sus densidades varían considerablemente.

Si Urano y Neptuno tienen más roca de lo previsto, los modelos aplicados para interpretar exoplanetas de ese tamaño deben ajustarse. Esto podría modificar estimaciones de habitabilidad, presencia de océanos internos, capacidad de retener atmósferas y mecanismos de generación magnética.

Otro punto central es el campo magnético. Ambos planetas exhiben magnetosferas inusuales: inclinadas y desplazadas respecto al centro. Una composición interna más compleja podría aportar pistas sobre cómo se forman estos campos y por qué se comportan de modo tan atípico. Comprender ese proceso sería clave para descifrar fenómenos similares en mundos distantes.

La necesidad urgente de una misión espacial a Urano y Neptuno

Los expertos coinciden en un punto: es indispensable una misión espacial dedicada a explorar los dos mundos. Desde los sobrevuelos de Voyager 2 en los años 80, ningún otro vehículo ha vuelto a acercarse. Esa lejanía tecnológica explica gran parte de lo que ignoramos hoy.

Las agencias espaciales consideran seriamente enviar orbitadores que midan con precisión la gravedad, el campo magnético, la atmósfera y el interior de cada planeta. Si la composición es realmente más rocosa, una misión de este tipo podría confirmarlo en pocos años. El desafío reside en los costos y en los tiempos: una nave demoraría más de una década en llegar.

Mientras tanto, modelos como los que revisan la naturaleza de Urano y Neptuno seguirán alimentando nuevas interpretaciones. La ciencia avanza así, combinando datos parciales con simulaciones cada vez más precisas, hasta que un instrumento directo logre despejar las dudas.

¿Será el próximo gran hallazgo del Sistema Solar revelar la verdadera identidad de estos mundos azules?

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