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Carne y aceites lideran exportaciones mientras otros productos enfrentan mayor fragilidad cambiaria

Firmeza en el mercado de carnes y aceites para 2026. El agro uruguayo enfrenta un escenario de precios altos, clima neutral y desafíos cambiarios.

por Descarga-favicon-PhotoroomUruguay Al Día
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Proyecciones del mercado de carnes

Perspectivas para 2026: el mercado de carnes y aceites sostienen la rentabilidad del agro

El cierre del 2025 deja un balance con sabor a victoria para el sector agropecuario uruguayo, aunque no exento de preocupaciones estructurales. El mercado de carnes y la productividad agrícola han sido los grandes motores que permitieron sortear un tipo de cambio que, en otras circunstancias, habría puesto en jaque la viabilidad de muchas explotaciones. Con un escenario internacional que convalida precios altos, el sector ganadero respira con cierta tranquilidad, apoyado en una demanda externa que parece no haber tocado techo.

Sin embargo, este dinamismo en el mercado de carnes vacuna y ovina convive con «luces amarillas» que obligan a una vigilancia constante de los márgenes. Si bien la productividad de cultivos como el trigo, la cebada y la soja salvó el examen anual, la competitividad de las exportaciones uruguayas sigue atada a un dólar que parece haberse instalado en una franja de debilidad frente a los costos internos. El inicio de 2026 será, por tanto, una prueba de resistencia para los sistemas agrícola-ganaderos que hoy lideran la generación de divisas.

Factores climáticos y productivos en el mercado de carnes

La estabilidad del océano Pacífico, que actualmente se mantiene en una zona neutral, sugiere que no habrá grandes sobresaltos de origen climático que disparen los precios por falta de oferta. Para el mercado de carnes, esto garantiza una disponibilidad forrajera previsible, clave para mantener los niveles de faena y exportación que el país requiere. No obstante, la mirada de los operadores está puesta en Estados Unidos, donde las decisiones de siembra de los farmers podrían alterar el tablero global de los granos forrajeros.

Se espera que en el hemisferio norte continúe la expansión del área de maíz frente a una reducción en la soja, lo que impactará directamente en los costos de alimentación animal a nivel mundial. Para Uruguay, esta configuración del mercado de carnes internacional representa una oportunidad de nicho, siempre y cuando se mantenga la calidad diferenciada que permite capturar mejores valores. El desafío será monitorear si el maíz barato compensa la presión de un tipo de cambio desfavorable para la exportación de productos terminados.

Geopolítica y consumo: el termómetro del mercado de carnes

Los conflictos en Europa del Este y la inestabilidad en regiones como Venezuela siguen siendo factores de riesgo que el sector no puede ignorar. Si bien es dudoso que estos problemas alteren drásticamente los precios agrícolas, su incidencia en el precio del petróleo podría encarecer fletes y logística, erosionando la rentabilidad del mercado de carnes. La marcha de la guerra entre Rusia y Ucrania sigue siendo la principal variable que podría generar disrupciones en el comercio de oleaginosas invernales y girasol.

Un interrogante fundamental para 2026 es hasta qué punto los consumidores finales seguirán convalidando los precios actuales. En el mercado de carnes, la elasticidad de la demanda parece haber aguantado el embate inflacionario global, y salvo una crisis económica aguda en los principales mercados destino, el consumo no muestra señales de decaimiento. Uruguay se beneficia de esta lógica, donde sus sistemas productivos mixtos ofrecen una flexibilidad que pocos competidores pueden igualar en tiempos de incertidumbre.

El desafío cambiario para el mercado de carnes en 2026

La gran preocupación de los gremios rurales sigue siendo el atraso cambiario que afecta de manera transversal a toda la cadena productiva. Mientras el mercado de carnes logra compensar con precios internacionales, otros rubros menos favorecidos por la coyuntura global empiezan a sentir el desgaste. El dólar causa fragilidad y el ajuste parece ser más estructural que coyuntural, lo que obliga a las empresas a extremar la eficiencia operativa para no quedar fuera de competencia frente a vecinos regionales.

La ventaja de los sistemas agrícola-ganaderos de Uruguay queda una vez más a la luz en estos tiempos, permitiendo rotaciones que cuidan el recurso suelo y diversifican el riesgo financiero. El 2026 iniciará firme para los aceites y la carne, pero el equilibrio es delicado y depende de una alineación de astros que incluye clima, política internacional y consumo. El agro uruguayo sabe de estos ciclos y se prepara para un año donde la gestión minuciosa de los costos será tan importante como el precio de venta en el puerto.

¿Logrará la eficiencia productiva de Uruguay seguir ganándole la carrera a un tipo de cambio que no da respiro a los exportadores?

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