Freno en Bruselas: El acuerdo Mercosur-UE se dilata otra vez
Lo que parecía ser el capítulo final de una novela diplomática de 25 años volvió a chocar contra el muro del proteccionismo europeo. Este jueves, la Comisión Europea confirmó oficialmente que el acuerdo Mercosur-UE no se firmará el próximo sábado en Foz de Iguazú, tal como estaba previsto en la agenda de la cumbre de presidentes del bloque regional. La noticia cayó como un balde de agua fría en las cancillerías de Montevideo, Brasilia y Buenos Aires, que veían en este cierre de año la oportunidad histórica de sellar una alianza estratégica con el Viejo Continente.
La presión ejercida por el presidente francés, Emmanuel Macron, resultó ser la estocada definitiva para postergar la rúbrica. En las últimas horas, Francia endureció su postura a niveles inéditos, logrando sumar a la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, al bando de los escépticos. Meloni, que inicialmente se había mostrado abierta a la negociación, sorprendió al calificar de «prematuro» el cierre del acuerdo Mercosur-UE para esta semana, solicitando formalmente más tiempo para analizar las salvaguardas ambientales y comerciales que exige su sector productivo.

Emmanuel Macron lideró la resistencia al acuerdo Mercosur-UE. Foto de NICOLAS TUCAT / AFP
La presión de Francia contra el acuerdo Mercosur-UE
El trasfondo de este nuevo desplante no es técnico, sino profundamente político y electoral. Macron enfrenta una crisis de legitimidad ante el sector agrícola de su país, que ha inundado las calles y rutas con protestas masivas para evitar la competencia de los productos sudamericanos. Para el campesinado francés, el acuerdo Mercosur-UE representa una amenaza existencial, bajo el argumento de que la carne y los granos de nuestra región no cumplen con los mismos estándares sanitarios y ambientales que se exigen en Europa.
Este clima de tensión interna obligó al mandatario galo a mover sus piezas en Bruselas para bloquear la mayoría cualificada que necesitaba Úrsula von der Leyen para avanzar. El temor de París es que una firma apresurada del acuerdo Mercosur-UE termine de incendiar el campo francés en pleno invierno, debilitando aún más a un gobierno que ya camina por la cornisa. Así, la diplomacia europea prefirió el camino de la cautela y el aplazo, evitando un choque frontal con las principales potencias agrícolas de la Unión.

Giorgia Meloni calificó de prematuro el cierre del acuerdo Mercosur-UE. Foto de Marco Iacobucci/SOPA Images/LightRocket
El «ahora o nunca» de Lula y el futuro del acuerdo Mercosur-UE
Horas antes de que se conociera la postergación, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, había intentado jugar su última carta de presión. Fiel a su estilo directo, planteó que el acuerdo Mercosur-UE era una cuestión de «ahora o nunca», advirtiendo que, de no concretarse la firma, Sudamérica comenzaría a mirar con mayor decisión hacia otros mercados, con China en el primer lugar de la lista. Sin embargo, la advertencia brasileña no logró torcer el brazo de una Europa que parece estar más preocupada por sus problemas domésticos que por su relevancia geopolítica global.
La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, fue la encargada de comunicar a los 27 Estados miembro que la firma se traslada a enero. Lo que preocupa en este lado del Atlántico es que no se fijó una fecha concreta, lo que en lenguaje diplomático suele ser sinónimo de incertidumbre. La dilatación del acuerdo Mercosur-UE pone a prueba la paciencia de los socios regionales, especialmente de Uruguay, que ha liderado el reclamo por una apertura comercial que no termine siempre subordinada a los intereses de los granjeros europeos.
Un enero decisivo para el acuerdo Mercosur-UE y la región
Con este nuevo escenario, la cumbre de Foz de Iguazú perderá gran parte de su brillo, transformándose en una instancia de catarsis regional más que de celebración. El acuerdo Mercosur-UE queda ahora en una especie de limbo estival, a la espera de que el receso de fin de año permita calmar los ánimos en el sector agrícola europeo. No obstante, nada garantiza que en 30 días las condiciones hayan cambiado, ya que las demandas de Francia e Italia tocan fibras estructurales del modelo de subsidios de la Unión Europea.
Para el Mercosur, la demora representa un costo de oportunidad altísimo en un mundo que se mueve a velocidades vertiginosas. Si el acuerdo Mercosur-UE no logra materializarse en el primer mes de 2026, la presión interna para que el bloque busque acuerdos bilaterales por fuera de la Unión será irresistible. La credibilidad de Bruselas como socio comercial está en juego, y el tiempo, como bien señaló Lula, se está agotando para un pacto que parece haber nacido con el destino de ser siempre la gran promesa incumplida.
¿Es posible que el Mercosur siga esperando por una Europa que parece más cerrada sobre sí misma cada año que pasa?
