Inicio PolicialesPuñaladas y disparos en Maldonado: la cruda cara de inseguridad en Uruguay

Puñaladas y disparos en Maldonado: la cruda cara de inseguridad en Uruguay

Un joven de 28 años fue ejecutado en plena madrugada. La Policía Científica y la fiscal Roses trabajaron en una escena que ya se volvió paisaje cotidiano.

por Beatriz Larraya
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El verano sangriento que la gestión no puede tapar con sol

Parece que el «espíritu navideño» del que hablan las autoridades tiene un tinte bastante más oscuro en las calles. La inseguridad en Uruguay sumó un nuevo capítulo este sábado a las cuatro de la madrugada, cuando el barrio Maldonado Nuevo se despertó al ritmo de las detonaciones. En la intersección de Calle 7 y Lorenzo Meboipe, lo que los vecinos confundieron con disparos terminó siendo el preámbulo de un hallazgo macabro: un hombre de 28 años, tirado en el asfalto, desangrándose tras recibir al menos una puñalada certera.

Mientras el Ministerio del Interior parece estar más ocupado en justificar las cifras que en prevenirlas, la realidad golpea con un cuchillo en la mano. Los efectivos que llegaron al lugar se encontraron con un cuerpo inconsciente y una escena que la Policía Científica tuvo que periciar bajo la atenta mirada de la fiscal Ana Laura Roses y el subjefe Jorge Guerra. Al parecer, para la narrativa oficial de la inseguridad en Uruguay, el hecho de que la víctima tuviera antecedentes penales ya es motivo suficiente para archivar la preocupación en el cajón de los «ajustes de cuentas».

La curiosa matemática del Ministerio del Interior

Lo de Maldonado no es un hecho aislado, aunque quieran venderlo como tal. Este homicidio se suma a la tétrica maratón de violencia que vivió Montevideo apenas unos días atrás, con ocho muertos en 72 horas. La inseguridad en Uruguay se ha vuelto tan previsible que el propio ministro del Interior, Carlos Negro, ya tiene la frase armada en el bolsillo: «Es una manifestación más de las épocas violentas». Según el jerarca, estas fechas «tradicionalmente concentran homicidios», como si el asesinato fuera un ingrediente más de la ensalada rusa en la cena de Navidad.

Bajo esta lógica ministerial, los uruguayos deberíamos tachar los días en el almanaque esperando a que pase la «temporada alta» de crímenes para ver si recuperamos el derecho a caminar sin mirar por encima del hombro. Esta interpretación de la inseguridad en Uruguay roza el cinismo: si los muertos son «tradicionales», entonces la inoperancia para evitarlos también debe ser parte de nuestro folclore nacional. Mientras tanto, el autor del crimen en Maldonado Nuevo sigue prófugo, probablemente disfrutando de la misma impunidad que sus colegas de Montevideo.

Maldonado Nuevo: entre el olvido y la sangre

El barrio Maldonado Nuevo es, desde hace tiempo, un termómetro de la inseguridad en Uruguay fuera de la capital. La zona de Calle 7 se convirtió esta madrugada en un despliegue de luces azules y cintas amarillas, un espectáculo al que los vecinos ya parecen estar anestesiados. Que se escuchen disparos y luego aparezca un apuñalado habla de una violencia híbrida, donde las armas de fuego y las blancas se mezclan en una anarquía territorial que la Policía no logra, o no quiere, desarticular.

Las investigaciones avanzan «en procura de la identificación» del asesino, ese trámite burocrático que suele repetirse en cada comunicado de prensa. Sin embargo, en el contexto de la inseguridad en Uruguay, saber quién fue es solo la mitad del problema; la otra mitad es entender por qué el Estado siempre llega tarde, cuando el sangrado ya es «abundante» y la víctima ya es un número más en la estadística de un año que Negro califica de «intenso».

Un adolescente y siete hombres: la cuenta que no cierra

Si miramos el espejo retrovisor, la seguidilla de Malvín Norte, Peñarol y Tres Ombúes debería haber encendido todas las alarmas. Pero no, la inseguridad en Uruguay se gestiona con comunicados que parecen redactados por una agencia de viajes: «estamos trabajando», «seguimos con atención el fenómeno». Mientras tanto, un adolescente fue parte de la lista de caídos en la capital, demostrando que la violencia no respeta ni la edad ni las promesas de campaña de una seguridad que nunca bajó del cartel publicitario a la vereda.

La fiscalía y la jefatura fernandina tienen ahora el desafío de encontrar al responsable de esta última muerte en el Este. Pero el desafío mayor lo tiene el sistema político, que sigue mirando cómo la inseguridad en Uruguay se devora la convivencia ciudadana. El ministro Negro dice estar «entusiasmado y con ganas de mejorar», una frase que suena a burla para los vecinos de Maldonado Nuevo que hoy limpian la sangre de su esquina mientras esperan el próximo estruendo de la madrugada.

Si los homicidios son una «tradición» de las fiestas según el Ministerio, ¿debemos brindar por cada vez que la bala no nos toca o simplemente resignarnos a que la inseguridad sea el único servicio público que funciona las 24 horas?

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