El secretario de Presidencia, Alejandro Sánchez, ha salido a la palestra para defender a capa y espada el nuevo proyecto de Ley de Presupuesto Nacional, con un énfasis particular en el paquete de impuestos que propone el Poder Ejecutivo. Pero sus palabras han resonado con fuerza en una sociedad que observa con lupa cada movimiento oficial en materia fiscal.
Antes de que el debate político se encienda, es fundamental entender los elementos en juego. El texto original del gobierno es la base, pero las palabras clave —como «impuesto», «IVA», «Temu», «presupuesto» y sus variantes— guiarán el enfoque. Las URLs internas, el conocimiento del público uruguayo y el contexto local son clave para que la información se adapte a nuestra realidad.
Los dardos de Sánchez y la realidad que no se ve
Sánchez defiende los cambios tributarios, especialmente el polémico «impuesto Temu», con un argumento que busca la empatía: «Estoy del lado del ferretero de mi barrio, que es uruguayo como todos. Si bien la intención es defender al comercio local, la frase «vamos a comprarle cosas berretas a alguien que no conocemos o preferimos comprarle al comercio y que sea de cierta justicia?» ha generado un intenso debate.
La crítica subyacente es que el gobierno está demonizando una opción de consumo popular, ignorando la realidad de muchos uruguayos que, por razones económicas, buscan alternativas más accesibles. La palabra «berretas» (de mala calidad) no solo descalifica al producto, sino que también subestima la inteligencia y el criterio de quienes eligen comprar en plataformas internacionales. El debate no es «comercio de barrio versus Temu», sino el acceso a bienes asequibles en un contexto de inflación y de economía precaria para muchos hogares.
El impuesto mínimo y la soberanía fiscal
El gobierno ha oficializado la decisión de modificar las compras en plataformas extranjeras. Se aumenta el límite de franquicias de US$ 600 a US$ 800, pero la novedad radica en el cobro de un IVA del 22%. Sánchez justifica esta medida con una pregunta retórica: «¿Por qué no le voy a cobrar a Temu?». Y en esa misma línea, defiende el Impuesto Mínimo Complementario Doméstico (IMCD) para las multinacionales, preguntándose: «¿Si pagan los impuestos en el exterior no es razonable que esos impuestos se paguen y contribuyan a financiar recursos?».
El gobierno argumenta que estos impuestos son un acto de «justicia fiscal» y que la nueva realidad fiscal internacional neutraliza los beneficios tributarios que Uruguay ofrecía. La pregunta es si, en la práctica, estos cambios benefician realmente al ciudadano común o si simplemente trasladan la carga fiscal de un lugar a otro, sin generar un impacto significativo en el bienestar de la población. La discusión sobre la «justicia» de estos gravámenes apenas comienza, y será el tiempo el que dirá si los uruguayos verán sus frutos.