La cosa se puso bastante pesada en Berlín. En un operativo que parece sacado de una serie, la Fiscalía Federal de Alemania metió un sacudón este miércoles al anunciar la detención de tres tipos en plena capital. No eran ningunos improvisados, según parece. Dos de los detenidos tienen nacionalidad alemana, lo que ya de por sí genera un montón de preguntas, y el tercero es un ciudadano libanés. La acusación que les cayó encima no es para tomar a la ligera: se los señala como miembros activos del Movimiento de Resistencia Islámica, más conocido por todos como Hamás, y de estar cocinando a fuego lento una serie de atentados que podrían haber causado un desastre de proporciones.
Los nombres que soltó el Ministerio Público son los de Abed al G. y Ahmad I., los dos alemanes, y Wael F.M., el hombre nacido en Líbano. A este trío se le viene la noche, porque los cargos son de los que te hunden. Están siendo formalmente acusados de pertenencia a una organización terrorista extranjera, que ya es un lío bárbaro, pero además le suman el de «preparar un acto violento grave que ponga en peligro al Estado». Con esa carátula, te podés imaginar que la justicia alemana no se va a andar con chiquitas. La investigación, que se ve que venía de largo, determinó que estos individuos estuvieron metidos hasta el cuello durante el verano europeo en la tarea de conseguir un arsenal de armas de fuego y municiones para la organización.
Y acá es donde el asunto se pone más turbio todavía. ¿Para qué querían las armas? No era para ir de caza, precisamente. Según los fiscales, todo ese armamento tenía un destino muy claro y macabro: iba a ser utilizado por la milicia para perpetrar atentados dirigidos específicamente contra edificios israelíes o de la comunidad judía en Alemania. Un golpe con un simbolismo tremendo, sobre todo en suelo alemán, que busca dejar una herida profunda y sembrar el pánico. La elección de los objetivos no es casual y demuestra una planificación fría y calculada para generar el mayor impacto posible, no solo físico, sino también psicológico en toda la comunidad europea.
El despliegue para las detenciones fue de película. Las autoridades no dejaron nada al azar y, durante los allanamientos, se encontraron con una sorpresa que confirmó todas las sospechas. Dieron con varias armas, entre las que se destacaba un fusil de asalto AK-47, el famoso Kalashnikov, un fierro que es sinónimo de guerra en cualquier parte del mundo. Además del fusil, incautaron varias pistolas y, como si fuera poco, lo que la Fiscalía describió como «una cantidad significativa» de municiones. Estaban, a todas luces, equipados y listos para pasar a la acción en cualquier momento. El hallazgo de este arsenal en pleno corazón de una de las capitales más importantes de Europa encendió todas las alarmas de seguridad.
Ahora la pelota está en el campo de la justicia. Los tres acusados tienen una cita ineludible este jueves, cuando deberán comparecer ante el juez de instrucción del Tribunal Federal. Va a ser un momento clave, porque ahí se va a decidir si se les dicta la prisión preventiva, algo que a estas alturas parece cantado. El juez tendrá que evaluar las pruebas presentadas por la fiscalía y determinar si el riesgo de fuga o de que sigan conspirando es lo suficientemente alto como para mantenerlos encerrados mientras avanza la investigación. Todo indica que van a pasar una larga temporada a la sombra, esperando un juicio que promete ser uno de los más resonantes de los últimos tiempos en materia de terrorismo en el país.