El silencio que aturde: Uruguay se borra del reclamo democrático regional
En una jornada que dejó al desnudo las grietas políticas del Mercosur, seis países latinoamericanos alzaron la voz para exigir el fin de la barbarie en el Caribe. A través de un comunicado contra Venezuela difundido por la Cancillería peruana, Argentina, Paraguay, Panamá, Bolivia, Ecuador y Perú demandaron el restablecimiento inmediato del orden democrático y el cese de las violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Sin embargo, la gran noticia para los uruguayos no fue solo la dureza del texto, sino la ausencia vergonzosa de la firma de nuestro país en un documento que defiende libertades básicas.
Este nuevo comunicado contra Venezuela se emite bajo el amparo del Protocolo de Ushuaia, ese mecanismo que obliga a los miembros del bloque a preservar la democracia como condición sine qua non. Mientras Javier Milei y Santiago Peña lideraban la embestida diplomática, la administración uruguaya optó por una neutralidad que, a esta altura, parece más una complicidad silenciosa que una estrategia de Estado. La falta de respaldo de Uruguay a sus socios históricos genera un ruido ensordecedor en una región que ya no admite medias tintas frente a los reportes de detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas en suelo venezolano.
Un reclamo por derechos humanos sin el respaldo uruguayo
El documento es tajante y se apoya en los informes más recientes de las Naciones Unidas, que alertan sobre la degradación total de las instituciones bajo el mando de Nicolás Maduro. El comunicado contra Venezuela exhorta a liberar de forma inmediata a los presos políticos y a garantizar la integridad física de quienes hoy sufren el encierro por pensar distinto. Resulta difícil de explicar cómo Uruguay, un país que suele jactarse de ser el faro democrático del continente, decidió restarse de un pedido tan elemental como el cumplimiento de los estándares internacionales de justicia.
La omisión uruguaya en este comunicado contra Venezuela no es solo un detalle protocolar; es un cambio de rumbo que preocupa a propios y ajenos. Durante la cumbre en Foz de Iguazú, donde se cocinó el texto, nuestro país evitó comprometerse, dejando a la Argentina de Milei y al Paraguay de Peña la responsabilidad de marcar la cancha. Esta postura coloca a Uruguay en un limbo diplomático incómodo, alejándonos del bloque que hoy lidera la presión contra el régimen y dejándonos cerca de posiciones que solo favorecen el statu quo del autoritarismo venezolano.

El texto del comunicado contra Venezuela exige liberar a los presos políticos.
La división del Mercosur y el rol secundario de Uruguay
Mientras el resto de los firmantes ratificaba su compromiso con el Estado de derecho, la delegación uruguaya mantenía un perfil bajo que roza la irrelevancia. El comunicado contra Venezuela subraya que la integración regional es imposible sin el respeto total a las libertades fundamentales, un concepto que parece haber quedado en segundo plano para nuestra Cancillería. La decisión de no acompañar a los socios regionales deja a Uruguay en una soledad estratégica, especialmente cuando el resto de Sudamérica busca robustecer el multilateralismo frente a las crisis humanitarias.
El contraste es aún más fuerte si se considera que países como Bolivia, tradicionalmente más cercanos al eje de Caracas, decidieron estampar su firma en este comunicado contra Venezuela. Que Uruguay haya quedado por fuera de este consenso mínimo de defensa de la vida y la libertad es una mancha difícil de borrar en el historial de nuestra política exterior. La diplomacia del «no te metas» parece haber ganado la pulseada interna, ignorando que el impacto de la crisis migratoria venezolana también golpea las puertas de nuestra sociedad.
Consecuencias de una diplomacia de brazos cruzados
El desplante uruguayo al comunicado contra Venezuela llega en un momento de máxima tensión, donde incluso Estados Unidos ha endurecido sus controles marítimos para hacer cumplir las sanciones internacionales. Mientras Washington intercepta buques sancionados y seis países vecinos firman condenas públicas, Uruguay se llamó a un silencio que muchos interpretan como una debilidad frente a las presiones regionales. Este alejamiento de los principios de Ushuaia debilita la posición de Uruguay como mediador confiable en futuros conflictos continentales.
Es necesario preguntarse qué intereses pesan más que la defensa de los derechos humanos al momento de decidir no firmar el comunicado contra Venezuela. La prosperidad de la región depende de instituciones sólidas, y Uruguay ha fallado en enviar ese mensaje con claridad. Al final del día, el silencio de Montevideo termina siendo un regalo para Miraflores, que encuentra en la falta de unidad del Mercosur el oxígeno necesario para seguir postergando las elecciones libres y el respeto a la voluntad popular.
¿Qué precio pagará Uruguay a largo plazo por haberle dado la espalda a sus socios en el reclamo más urgente de la diplomacia latinoamericana actual?
