Cacho de la Cruz: falleció el ícono del humor y la televisión uruguaya
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Cacho de la Cruz, figura emblemática del humor y la televisión uruguaya, falleció este viernes a los 88 años tras haber estado internado en CTI por una infección respiratoria. La noticia conmovió al país entero, que despide a uno de los artistas más influyentes y queridos de la cultura nacional. Su legado humorístico, su calidez humana y su aporte a la identidad televisiva uruguaya lo consagran como una leyenda indiscutible.
Nacido en Buenos Aires pero uruguayo por elección y sentimiento, Arturo de la Cruz Feliciani —su nombre completo— fue uno de los artistas más queridos del país. A lo largo de más de cinco décadas, marcó la historia del entretenimiento nacional con su humor, su creatividad y su inagotable energía frente a cámara.
Una vida dedicada a la televisión uruguaya
Desde sus primeras apariciones en Canal 12, Cacho de la Cruz consolidó una carrera televisiva sin precedentes. Condujo, actuó, escribió y produjo programas que se convirtieron en clásicos. Su versatilidad lo transformó en una figura indispensable de la pantalla chica.
Entre maquillaje, vestuarios y acentos cambiantes, dio vida a personajes que trascendieron el tiempo: Chichita, El Mago, François Sapeau, Ulises el Infalible y el inolvidable Julio Pedemonte de La cámara viajera, siempre junto a su inseparable compañero El Pampa González.

El legado cultural de Cacho de la Cruz
El humor de Cacho de la Cruz no solo hacía reír; también observaba con ironía y ternura la realidad del Uruguay cotidiano. Sus personajes reflejaban tipos populares, costumbres y modos de hablar que formaron parte de la identidad nacional.
Su estilo directo, espontáneo y profundamente humano lo convirtió en referente de varias generaciones. Muchos de sus sketches siguen siendo citados en redes sociales y recordados por quienes crecieron frente al televisor durante las décadas del 70, 80 y 90.
Reconocimiento de colegas y del público
El fallecimiento de Cacho de la Cruz generó una ola de homenajes en todo el país. Artistas, periodistas y excompañeros de televisión destacaron su talento y generosidad.
Su biógrafo lo describió como “un tipo que irradiaba luz y que cuidaba a sus amigos”, una frase que resume la esencia de su personalidad dentro y fuera de cámara.
En redes sociales, los mensajes se multiplicaron. “Gracias por tantas risas, por enseñarnos que el humor también es cultura”, escribió un usuario en X (ex Twitter). Los principales canales de televisión dedicaron programas especiales y repeticiones de sus momentos más memorables.
Una carrera marcada por la autenticidad
Cacho de la Cruz fue más que un humorista. Fue productor, director y un innovador del formato televisivo. Introdujo recursos escénicos inéditos para su época y adaptó el humor a distintos públicos sin perder su esencia.
Su capacidad para reinventarse y conectar con los espectadores lo convirtió en un pionero. En cada personaje había una dosis de improvisación, pero también de observación profunda de la sociedad uruguaya.
El impacto en la cultura uruguaya
El aporte de Cacho de la Cruz trasciende el entretenimiento. Su figura es parte del patrimonio simbólico del país, comparable con íconos del teatro y la música nacional.
En sus programas se cruzaban la comedia, la crítica social y el retrato costumbrista de un Uruguay que, entre risas, aprendía a mirarse a sí mismo.
El Ministerio de Educación y Cultura expresó su pesar y destacó que su obra “marcó una época y definió el humor uruguayo contemporáneo”.
El recuerdo que permanece
Los homenajes se multiplicaron en teatros, medios y redes sociales. Varias instituciones proponen que su nombre sea incorporado al Paseo de la Fama del Sodre o a una sala cultural de Montevideo.
Sus compañeros de elenco lo recordaron como un perfeccionista, un trabajador incansable y un ser humano que siempre priorizó el bienestar de su equipo.
A pesar del dolor, su legado permanece intacto. Los programas que protagonizó siguen circulando en plataformas digitales, reviviendo el espíritu alegre que caracterizó su carrera.
La muerte de Cacho de la Cruz cierra un capítulo fundamental de la historia televisiva del país, pero también invita a reflexionar sobre el valor del humor como espejo de la sociedad.
