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¿Tomógrafo o marketing? ASSE corta cintas en Salto en medio de carencias
La Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) montó este lunes un escenario de celebración en el Hospital Regional de Salto para inaugurar un tomógrafo que, según el discurso oficial, viene a revolucionar la zona norte. Sin embargo, detrás del corte de cinta y las sonrisas para la foto, se esconde una cronología de desprolijidades administrativas y demoras que los usuarios del sistema público han pagado con esperas interminables. Lo que se presenta como un hito institucional es, en realidad, el cierre de un capítulo de ineficiencia que dejó al departamento sin diagnósticos clave durante meses.
A pesar del pomposo acto encabezado por la ministra Cristina Lustemberg y el presidente de ASSE, Álvaro Danza, la realidad del Hospital Regional de Salto es mucho más compleja de lo que sugieren las cifras oficiales. La instalación del equipo, que recién comenzó el pasado 19 de diciembre, puso en evidencia una falla de planificación insólita: el búnker original no soportaba las tres toneladas que pesa el aparato. Esta negligencia técnica obligó a una reconstrucción total, encareciendo la obra y postergando un servicio vital para una población que no puede esperar a que los jerarcas coordinen sus planos.
Un búnker nuevo para esconder viejos errores de gestión
La explicación brindada por Álvaro Danza sobre los problemas estructurales en el Hospital Regional de Salto suena más a excusa que a justificación profesional. Resulta difícil de digerir que un prestador de salud del tamaño de ASSE haya proyectado una instalación sin calcular la resistencia de los pisos, dejando al descubierto una gestión que parece improvisar sobre la marcha. Esta falta de previsión no es solo un error arquitectónico; es una muestra de cómo se manejan los dineros públicos en un sistema que se dice ordenado pero que falla en lo básico.
Mientras el búnker se reconstruía, los pacientes debían enfrentar traslados riesgosos hacia otros centros, aumentando los costos de funcionamiento que hoy dicen querer optimizar. Se anunció que el nuevo servicio permitirá realizar hasta 200 estudios mensuales en el Hospital Regional de Salto, pero nada se dijo sobre si habrá personal técnico suficiente y capacitado para cubrir las 24 horas del día. La tecnología por sí sola no cura, y en el interior del país, la carencia de especialistas sigue siendo la gran deuda pendiente que ningún tomógrafo nuevo puede saldar por sí solo.
¿Es el Hospital Regional de Salto un prestador realmente competitivo?
La directora del centro asistencial afirmó que buscan hacer de la institución un prestador «competitivo y eficiente. Sin embargo, la competencia se demuestra en la rapidez de respuesta y no en inauguraciones que llegan con años de retraso respecto a la demanda real de la población salteña. El convenio con el CUDIM es un alivio, pero también una muleta necesaria ante la incapacidad de ASSE de gestionar de forma autónoma servicios de alta complejidad en el norte profundo.
El anuncio de que en 2026 se instalará otro equipo en Paysandú suena a promesa electoralista cuando todavía no se han solucionado las carencias básicas de insumos y medicamentos en el Hospital Regional de Salto. Danza prometió que los ahorros generados por este equipo se reinvertirán en mejoras edilicias, una narrativa que los usuarios ya han escuchado repetidamente mientras las salas de espera siguen desbordadas y las listas de espera quirúrgicas no dejan de crecer. El marketing político parece ganarle la pulseada a la planificación sanitaria seria.
Descentralización o simple puesta en escena en el norte
La ministra Lustemberg resaltó la «complementariedad» entre los distintos actores de salud en Salto, pero evitó profundizar en la brecha de calidad que sigue existiendo entre el sector privado y el público. El objetivo de que cada departamento tenga un tomógrafo para 2027 parece más una meta de catálogo que una solución integral. De nada sirve llenar los pasillos del Hospital Regional de Salto de máquinas modernas si el sistema no puede retener a los médicos por falta de incentivos reales y condiciones de trabajo dignas.
La incorporación de este equipamiento ayudará, sin duda, en casos de accidentes cerebrovasculares y patologías oncológicas, pero el diagnóstico precoz choca de frente con la realidad de los turnos para especialistas que se dan a cuentagotas. Humanizar los servicios requiere mucho más que tecnología de última generación; requiere respeto por el tiempo del paciente y una administración que no cometa errores de tres toneladas antes de empezar a trabajar. La «revolución» prometida en el norte parece quedarse, por ahora, en el flash de las cámaras.
¿Hasta cuándo se seguirá celebrando como un éxito lo que en realidad es la cobertura tardía de una necesidad básica que nunca debió verse interrumpida por errores de cálculo en el escritorio?
