Así funciona la censura fronteriza impuesta por la dictadura en Nicaragua
El aislamiento político y social que vive el pueblo nicaragüense alcanzó un nuevo y preocupante escalón en las últimas semanas. La dictadura en Nicaragua, liderada por Daniel Ortega, ha comenzado a implementar controles migratorios que recuerdan a los regímenes más herméticos del planeta, prohibiendo de forma explícita el ingreso de material impreso. Desde libros de literatura hasta Biblias, nada parece escapar al ojo del censor en las fronteras terrestres y terminales de ómnibus de la región.
Las compañías de transporte internacional, como la conocida Tica Bus, ya lucen carteles en sus terminales de Costa Rica, El Salvador y Honduras advirtiendo a los pasajeros sobre estas restricciones. La consigna es clara: para evitar «contratiempos» y decomisos innecesarios, se recomienda no llevar periódicos, revistas ni textos religiosos en el equipaje. Esta medida profundiza el cerco informativo que la dictadura en Nicaragua viene construyendo desde hace años para callar cualquier voz que no sea la oficial.

La dictadura en Nicaragua prohíbe el ingreso de textos religiosos a los viajeros
El control totalitario de la dictadura en Nicaragua
La organización Christian Solidarity Worldwide (CSW) fue la encargada de documentar estas prácticas que atentan directamente contra la libertad de culto y de expresión. Según sus informes, las revisiones en los puestos fronterizos son ahora mucho más exhaustivas, incluyendo la inspección de mochilas y dispositivos electrónicos. Bajo la dictadura en Nicaragua, poseer un libro que no haya sido aprobado por el régimen puede ser motivo de sospecha o, en el mejor de los casos, del robo de la pertenencia por parte de los funcionarios aduaneros.
Analistas internacionales no han tardado en comparar esta situación con el modelo de Corea del Norte, donde el Estado tiene el monopolio absoluto sobre lo que se lee y se piensa. En el caso centroamericano, el régimen de Ortega y Murillo parece haber tomado nota de esos métodos de control simbólico. Al prohibir la Biblia, por ejemplo, buscan evitar que los pasajes sobre la justicia y la libertad sirvan como motor de resistencia en las comunidades religiosas que todavía resisten al autoritarismo.

Nicaragua se encamina a un modelo de aislamiento bajo la dictadura en Nicaragua (Foto 19 Digital)
La persecución a la cultura y la fe en Centroamérica
El panorama cultural bajo la dictadura en Nicaragua es desolador, con más de 5.000 organizaciones de la sociedad civil clausuradas por decreto. Entre ellas, unas 1.300 instituciones religiosas perdieron su personería jurídica, dejando a miles de ciudadanos sin espacios de contención social. Los controles fronterizos son apenas el síntoma más visible de una enfermedad que ya consumió las instituciones democráticas del país, transformando a Nicaragua en una sociedad cerrada y vigilada.
Incluso los escritores nacionales más prestigiosos, como el exvicepresidente Sergio Ramírez, han visto cómo sus obras son prohibidas y tildadas de subversivas por la dictadura en Nicaragua. Ramírez ha señalado que la aspiración del régimen es aislarse por completo del mundo, rompiendo vínculos con la Unión Europea y enfrentándose a países vecinos como España o la propia Costa Rica. Es un intento por borrar la memoria histórica y sustituirla por una narrativa donde solo existe un líder único e incuestionable.

El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, una de las voces más críticas contra la dictadura en Nicaragua, ha visto sus libros prohibidos en su país.
Un cerco informativo que asfixia al periodismo
El ataque no es solo contra los libros, sino contra cualquier forma de comunicación independiente que intente contar lo que sucede puertas adentro. Unos 300 comunicadores han tenido que exiliarse para evitar la cárcel, mientras que los que permanecen en el país trabajan bajo la constante sombra de la represión. Para la dictadura en Nicaragua, un periodista con una cámara o un ciudadano con un libro son amenazas directas a la estabilidad de un poder que ya no tolera la mínima crítica.
Expertos en derechos humanos afirman que la situación en Nicaragua es actualmente la más grave del hemisferio, superando incluso los niveles de restricción vistos en Cuba o Venezuela. Mientras en otros países todavía existen pequeños focos de resistencia activa, en el territorio nicaragüense la asfixia es casi total. La prohibición de libros es, en definitiva, una herramienta más de un gobierno que opera con un discurso superficial de izquierda para esconder una gestión del poder puramente autoritaria y patrimonialista.
¿Hasta qué punto podrá la comunidad internacional presionar para frenar este aislamiento extremo antes de que el país se convierta definitivamente en una isla ideológica en el corazón de América?
