La olla a presión venezolana está por estallar sin aviso previo

by 23 de agosto de 2025

La crisis en Venezuela escaló de forma notable esta semana, con el aumento de movimientos militares extranjeros cerca de sus aguas territoriales y un marcado quiebre en los apoyos diplomáticos regionales. El presidente electo Edmundo González, respaldado por la líder opositora María Corina Machado, se perfila como próximo mandatario en un contexto de incertidumbre, mientras Nicolás Maduro aparece cada vez más aislado.

El miércoles se observó un cambio significativo en el mapa estratégico del Caribe. Hasta entonces, solo se reportaban movimientos en áreas cercanas a Miami y Curazao. Sin embargo, en las últimas horas, nuevas unidades navales comenzaron a posicionarse en la región. Todas las embarcaciones, según informes, convergerán en un punto próximo a las aguas territoriales venezolanas, marcando un nivel de presión internacional inédito.

Además de los buques, dos escuadrones F-35 fueron desplazados estratégicamente. Uno de ellos se encuentra estacionado en Bonaire y el otro en Puerto Rico. Este tipo de aeronaves es utilizado en operaciones de desembarco y cobertura aérea de alto impacto. Fuentes internacionales aseguran que la estructura de intervención ya estaría lista para ser activada.

Según reportes de Reuters, agencia reconocida por su rigurosidad en temas de seguridad internacional, el próximo domingo está previsto que las seis naves y los dos submarinos entren formalmente en aguas venezolanas. Las dos formaciones aéreas de combate también quedarían operativas en la misma ventana de tiempo.

Frente a esta situación, crecen las dudas: ¿se trata de una maniobra de presión para forzar una transición política ordenada o de una operación planificada para la extracción de la cúpula chavista? La respuesta oficial aún no ha sido brindada. Lo cierto es que los objetivos estratégicos incluyen no solo a Maduro, sino también a Diosdado Cabello y al ministro de Defensa Vladimir Padrino López. Entre los tres, la recompensa por su captura supera ampliamente la ofrecida en su momento por Osama Bin Laden.

La fragilidad del régimen también se hace evidente puertas adentro. Diversos reportes indican que Nicolás Maduro evita dormir dos noches seguidas en la misma residencia. Se desplaza constantemente, cambiando de casa y habitación con apoyo de la inteligencia cubana, que considera al Palacio de Miraflores como objetivo militar vulnerable ante un eventual ataque de precisión lanzado desde el mar.

En paralelo, se confirma una pérdida sustancial de respaldo regional. Tanto el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, como el de Colombia, Gustavo Petro, han endurecido su postura hacia el gobierno de Maduro. En palabras de Celso Amorim, principal asesor internacional de Lula, “Brasil nunca reconoció como gobernante legítimo a Maduro, ya que nunca se presentaron las actas necesarias”.

En Colombia, el distanciamiento también es contundente. Petro denunció la presencia de excombatientes protegidos por el chavismo en su territorio, señalando que los grupos armados que operan en su país “no responden a su gobierno, sino al de Caracas”. Estas declaraciones fueron interpretadas como un aval implícito a una intervención internacional.

Los movimientos diplomáticos de Lula y Petro marcan un giro drástico en la política exterior de la región. Brasil y Colombia eran los dos principales vecinos que mantenían canales abiertos con Venezuela, pero hoy afirman de forma explícita que desconocen la legitimidad del actual régimen.

A su vez, la comunidad internacional sigue con atención los paralelismos históricos. El caso de Manuel Noriega, exdictador panameño derrocado en 1989 por fuerzas estadounidenses, aparece como antecedente directo. En aquel momento, la operación “Causa Justa” se presentó con una narrativa similar: presiones políticas, acusaciones de narcotráfico y un desenlace de captura con juicio en suelo norteamericano.

Mientras tanto, la oposición venezolana fortalece su posición. Edmundo González fue elegido como presidente por un amplio margen, incluso en distritos que históricamente habían sido bastiones del chavismo. María Corina Machado, una de las figuras más influyentes de la oposición, lideró la estrategia electoral que derivó en la victoria de González. Ambos preparan una transición que, sin embargo, depende del desenlace geopolítico y militar de las próximas horas.

Las Fuerzas Armadas venezolanas, que otrora fueron columna vertebral del chavismo, muestran hoy signos de descomposición. La llamada “cúpula de los soles” —nombre popularizado por las insignias de rango en los uniformes de los generales— sería el último núcleo que aún sostiene al régimen. Informes extraoficiales aseguran que varios oficiales de alto rango ya pidieron garantías para salir del país rumbo a Cuba, principal destino de exiliados chavistas con recursos.

Finalmente, crecen los rumores sobre posibles rutas de escape de la cúpula. Un avión de la aerolínea estatal Viaza realizó esta semana un vuelo irregular: partió de Caracas, realizó varios giros sobre Cuba y regresó sin explicación oficial. Se especula que podría tratarse de un ensayo de evacuación o una prueba logística para futuros traslados.

En este contexto, el destino de Venezuela podría definirse en cuestión de días. La combinación de presión militar, aislamiento diplomático y debilidad interna plantea un escenario crítico. La incertidumbre domina el panorama, mientras el pueblo venezolano espera que el conflicto se resuelva sin derramamiento de sangre.

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