Un juramento rodeado de tensión: mientras Maduro asume, crecen las recompensas por su captura y las protestas

Maduro asumió un tercer mandato rodeado de tensiones. EE. UU. elevó la recompensa por su captura y la oposición llama a resistir.

Tensión política, medidas restrictivas y resistencia marcan un nuevo capítulo de incertidumbre y desafíos por delante.

Maduro juró otro período en medio de dudas electorales, aislamiento internacional y un fuerte rechazo opositor que impulsa nuevas acciones en las calles


No hay bombos ni platillos. Esta vez, la toma de posesión presidencial en Venezuela fue más bien un monólogo ensayado, dirigido a un público cada vez más reducido. Nicolás Maduro juró otro mandato, pero lo que resaltó no fueron las promesas ni los aplausos. Fue el silencio. Y las ausencias.

Mientras adentro de la Asamblea Nacional resonaban los formalismos, afuera el panorama era bien distinto. Manifestantes en las calles, represión, calles cortadas y ese aire pesado que lleva años instalándose en Venezuela. La toma de posesión de Maduro —tildada de ilegítima por buena parte de la comunidad internacional— fue otra postal del chavismo aferrado al poder, sin importar las formas ni los cuestionamientos.

Pero los gestos pesan. Y esta vez, el peso vino del lado opuesto. Edmundo González Urrutia, el líder que gran parte del mundo reconoce como presidente legítimo, prometió volver al país para asumir formalmente el cargo que, según él, le corresponde. ¿Desafío? ¿Esperanza? Depende a quién le preguntes. Pero lo cierto es que esa declaración levantó polvareda. En un contexto de aislamiento internacional para el chavismo, cada movimiento cuenta.

Mientras tanto, Estados Unidos no se quedó de brazos cruzados. Subió la apuesta: ahora ofrece 25 millones de dólares por información que lleve a la captura de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. No es un dato menor. Esa cifra pone a ambos dirigentes al mismo nivel que figuras históricas del terrorismo mundial, como Osama bin Laden. La jugada es clara: seguir presionando para desmantelar lo que en Washington llaman la “estructura represiva” del régimen.

Del otro lado del charco, Perú y otros países latinoamericanos ratificaron que no reconocen a Maduro como presidente. Pero, en la práctica, ¿qué significa eso? Para el chavismo, parece ser un dato menor. Con las Fuerzas Armadas a su favor y los principales órganos del Estado bajo su control, Maduro sigue firme en su discurso: "Cumplimos la Constitución". Sin embargo, en las calles venezolanas, la realidad se ve bien distinta.

La oposición, agrupada en la Plataforma Unitaria Democrática, llamó a una “Resistencia Democrática” activa y permanente. Pero no es la primera vez que lo hacen. El desafío sigue siendo movilizar a una población golpeada por años de crisis, represión y promesas vacías.

Así y todo, la imagen más simbólica de este acto no fue la de Maduro levantando la mano para jurar. Fue la de la frontera cerrada con Colombia, los vuelos suspendidos y las calles cortadas. Todo bajo el argumento de una supuesta “conspiración internacional”. Un déjà vu que se repite cada vez que el régimen siente que su silla tambalea.

Mientras tanto, la vida sigue en Venezuela. Las familias buscan cómo sobrevivir en medio de una economía colapsada, la diáspora continúa y el silencio de la comunidad internacional resuena más fuerte que nunca. Porque, aunque el mundo condene, los gestos parecen ser cada vez menos efectivos.

¿Y ahora qué? Esa es la pregunta que queda en el aire.


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