“Me estoy muriendo”, dijo Mujica: el expresidente enfrenta su último tramo con crudeza y una despedida al pueblo

José Mujica se despide: “Me estoy muriendo”. Reflexiona sobre la vida, la muerte y la importancia del respeto en su última entrevista.

Reflexiones sobre la vida, la muerte y el tiempo que pasa mientras un líder se despide sin buscar ni elogios ni despedidas épicas.

Mujica, el expresidente que marcó generaciones, habla del cáncer que lo condena y deja sus últimas reflexiones sobre la vida, la política y el respeto.


La voz de José Mujica suena firme, aunque el mensaje es devastador: “Me estoy muriendo”. No lo dice con dramatismo ni buscando consuelo. Lo dice como quien relata algo inevitable, con la serenidad de quien vivió mucho, peleó bastante y ahora entiende que llegó el momento de dejar la cancha. “El cáncer me está colonizando el hígado, y no hay nada que hacer”, sentencia. Sin vueltas, sin maquillaje.

Es raro escucharlo hablar así, con esa crudeza, en un mundo donde la muerte suele disfrazarse de eufemismos. Pero Mujica no es de esos. Nunca lo fue. Siempre habló con la verdad en la boca, aunque incomodara. Ahora, en una de sus últimas entrevistas, lo deja claro: “Lo que quiero es despedirme de mis compatriotas”.

No hay lugar para heroísmos ni épicas forzadas. Mujica no quiere reverencias ni homenajes eternos. Quiere algo mucho más simple: que lo dejen tranquilo. “El guerrero tiene derecho a su descanso”, dice, con esa mezcla de sabiduría y cansancio que se le nota en los ojos. Pide que no le hagan más preguntas, que no lo llamen para entrevistas, que lo dejen cerrar su ciclo en paz. Y lo dice con la contundencia de alguien que sabe que el tiempo ya no juega a su favor.

Pero, fiel a su estilo, incluso en este momento tiene un mensaje para los demás. Porque si algo caracterizó a Pepe Mujica fue su capacidad para hablarle al pueblo, para conectar con la gente común. Ahora, en este tramo final, quiere dejar una última enseñanza. Habla del respeto, ese valor que parece tan perdido en tiempos de grietas y peleas políticas. “Es fácil tener respeto por los que piensan parecido. Pero el fundamento de la democracia es respetar a los que piensan distinto”, dice, casi como un consejo póstumo.

El mensaje tiene destino. Mujica quiere despedirse, sí, pero no solo de sus seguidores y compañeros de militancia. Su despedida es para todos los uruguayos, sin distinciones. Y, como si supiera que sus palabras serán escuchadas con atención, aprovecha para lanzar un par de flechas contra los rumores y las intrigas que suelen rodear a la política. “Me revienta que inventen teorías de que estoy atrás de cada movida de Orsi”, aclara, desmintiendo a quienes aseguran que sigue tirando de los hilos en el Frente Amplio. “Desde que ganaron, no hablé más con él”, asegura.

Entre confesiones duras y reflexiones profundas, Mujica deja también una crítica que trasciende lo político. Habla de la vida y de cómo solemos pasarla de largo, obsesionados con acumular riqueza y hacer cosas sin sentido. “La vida es una hermosa aventura y un milagro”, dice. Pero enseguida agrega, con ese tono que mezcla sabiduría y desencanto: “Estamos demasiado concentrados en la riqueza y no en la felicidad. Y cuando querés acordar, se te pasó la vida al pedo”.

Es, quizás, una de las frases más potentes de toda la entrevista. Una sentencia simple pero demoledora. Mujica, el hombre que fue presidente, guerrillero, preso político y referente mundial, dice algo que muchos no se atreven a admitir: que la vida es demasiado corta para desperdiciarla en cosas que no importan.

Y ahora, en sus últimas horas públicas, lo que importa es despedirse. Pero no con pompas ni actos multitudinarios. Lo que quiere es una despedida tranquila, íntima, sincera. Una despedida que refleje quién fue siempre: un hombre sencillo, directo, que nunca buscó adornar la realidad.

“No lo paro con nada”, dice sobre el cáncer que lo está consumiendo. No hay negación ni resistencia. Hay aceptación. Mujica sabe que peleó todas las batallas que tenía que pelear. Y ahora, en este tramo final, entiende que la última lucha es descansar en paz.


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