Cuando el suelo tiembla en Japón, nadie se confía: la experiencia dicta las reglas.
En Japón, cada sismo es una llamada de atención. La memoria de catástrofes pasadas se mantiene vigente un principio: mejor prevenir que lamentar.
Cuando la tierra se sacude, Japón escucha con respeto
La tierra se movió y el país reaccionó como si la historia se repitiera. El lunes por la noche, un sismo de magnitud 6,8 sacudió la región de Kyushu, en el suroeste de Japón, y despertó las alarmas que allí no dormían nunca. La Agencia Meteorológica Nipona no tardó en emitir una advertencia de tsunami. Olas de hasta un metro podrían azotar la costa de Miyazaki, dijeron.
Mientras tanto, el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) hacía sus propios cálculos y, tras corregir la magnitud inicial —primero la habían estimada en 6,9—, minimizaron el riesgo. “No hay amenaza de tsunami por este sismo”, informó desde el otro lado del mundo.
Pero Japón no se juega con el mar. Las autoridades locales, con décadas de experiencia acumulada, se encargaron de difundir una advertencia que no deja margen para dudas. Desde X (la red social que alguna vez se llamó Twitter), pidieron a la población que se mantuviera lejos de las playas.
“Los tsunamis pueden golpear repetidamente. Por favor, no entre en el mar ni se acerque a las zonas de costa”, dijeron. Rodeos de pecado. Como si hablaran con un amigo al que intentan proteger.
Porque cuando la tierra cruje, en Japón no hay lugar para el azar. La memoria colectiva tiene cicatrices y, cada vez que el suelo tiembla, también tiembla la calma.
El mar, ese vecino impredecible, parece tranquilo hasta que ya no lo está. ¿Mejor exagerar que quedarse corto? Si. En Japón, la prudencia es ley.
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