Cierran 65 tambos al año en Uruguay por falta de rentabilidad

El cierre de tambos pequeños refleja una crisis que amenaza la producción y la vida rural en el país.


Bryant B. Tucker

Bryant B. Tucker

Soy corresponsal internacional de Latam Press, reportando los principales acontecimientos de América Latina con enfoque en política y sociedad.

En Uruguay, un fenómeno preocupante afecta al sector lechero: cada año, decenas de tambos cierran sus puertas, marcando una tendencia que genera preocupación no solo en el ámbito económico, sino también en el social. Según datos recientes del Instituto Nacional de la Leche (INALE), en promedio, aproximadamente 65 tambos dejan de operar anualmente. La mayoría de ellos son pequeños o familiares, lo que pone en evidencia los desafíos estructurales que enfrenta este sector clave de la economía uruguaya.

Detrás de estos números hay historias de personas, familias enteras que han dedicado su vida al trabajo en el campo. Muchos de estos productores enfrentan dificultades económicas, problemas de escala o incluso la falta de sucesores que quieran continuar con la actividad. Es común escuchar historias como la de Luis, un productor de San José que, después de 40 años trabajando en su pequeño tambo, decidió cerrar. “Mis hijos prefieren buscar trabajo en la ciudad. No los culpo, acá el futuro es incierto”, comenta mientras señala los establos vacíos, ahora cubiertos de polvo.

Uno de los problemas más graves que enfrenta el sector es el recambio generacional. La actividad lechera, históricamente sostenida por familias, ha perdido atractivo para las nuevas generaciones. Las largas jornadas, el esfuerzo físico y las dificultades económicas disuaden a los jóvenes, quienes optan por buscar oportunidades en otras áreas o migrar a centros urbanos. Según un informe del INALE, muchos tambos son gestionados por productores mayores de 60 años, quienes eventualmente terminan abandonando la actividad al no encontrar a alguien que continúe con su legado.

A esto se suma otro obstáculo importante: los problemas de escala. Los tambos pequeños y medianos, que representan una parte significativa de los establecimientos en el país, luchan por mantenerse competitivos. La falta de tecnología adecuada y los altos costos de producción los dejan en desventaja frente a los tambos más grandes y tecnificados. “Es difícil competir cuando los márgenes son tan ajustados y los precios no acompañan”, explica María, otra productora de Canelones que recientemente decidió vender sus vacas.

Aunque la producción total de leche en Uruguay se ha mantenido relativamente estable, esta estabilidad oculta una realidad más compleja: la concentración de la producción en un número cada vez menor de tambos. Esta tendencia tiene implicancias significativas, ya que pone en riesgo la diversidad del sector y su capacidad de adaptarse a desafíos futuros. Además, limita las oportunidades para pequeños productores, que históricamente han sido una parte fundamental del tejido social rural.

En términos económicos, el cierre de tambos afecta a toda una cadena productiva que incluye transportistas, procesadores de leche y distribuidores. Cada tambo que cierra significa menos empleo, menos actividad económica en las comunidades rurales y una pérdida en términos de cohesión social. No es solo la desaparición de una empresa; es el impacto en un estilo de vida y una forma de producción que ha sido esencial para el desarrollo del país.

El gobierno y las organizaciones del sector han intentado implementar medidas para revertir esta tendencia. Sin embargo, los esfuerzos aún no logran detener el ritmo de los cierres. Programas de asistencia financiera y técnica, como subsidios para la compra de insumos o la mejora de la infraestructura, han sido útiles en algunos casos, pero no suficientes para resolver los problemas de fondo. Algunos expertos señalan que es necesario un enfoque más integral, que combine políticas públicas con incentivos privados para fomentar la innovación y la sostenibilidad en el sector.

Una posible solución es promover la asociación entre productores pequeños y medianos, permitiéndoles compartir recursos y acceder a tecnologías más avanzadas. También se discute la importancia de mejorar las condiciones para el recambio generacional, ofreciendo capacitación y financiamiento a los jóvenes interesados en ingresar a la actividad. Estas iniciativas, aunque prometedoras, enfrentan el desafío de implementarse en un contexto económico global incierto y con limitaciones presupuestarias locales.

Otro factor que influye en la viabilidad de los tambos es el acceso a mercados. Uruguay, como exportador de productos lácteos, depende en gran medida de la demanda internacional. Fluctuaciones en los precios globales y cambios en las políticas comerciales de los países compradores impactan directamente en los ingresos de los productores. Para mitigar estos riesgos, algunos proponen diversificar los destinos de exportación y fomentar el consumo interno de productos lácteos.

El panorama también tiene un impacto emocional en quienes han dedicado su vida a la producción lechera. Muchos productores sienten una mezcla de frustración y resignación al ver cómo su esfuerzo ya no es suficiente para sostener el negocio. “Es triste ver cómo algo que construyeron nuestros abuelos se está perdiendo”, dice Juan, un joven que decidió buscar empleo en Montevideo tras el cierre del tambo familiar. Sus palabras reflejan una realidad que afecta no solo a individuos, sino a comunidades enteras.

En el corazón de esta problemática está la pregunta de cómo equilibrar tradición e innovación para garantizar la sostenibilidad del sector lechero uruguayo. Aunque los desafíos son numerosos, también hay oportunidades para transformar la crisis en un punto de inflexión. Historias como la de algunos tambos que han logrado adaptarse incorporando tecnologías modernas o diversificando sus actividades son ejemplos de que, con el apoyo adecuado, es posible revertir la tendencia.

La realidad actual del sector lechero en Uruguay es compleja, marcada por desafíos estructurales y un contexto global cambiante. Sin embargo, también es una oportunidad para replantear el modelo productivo y buscar soluciones que garanticen un futuro más sostenible para los tambos y las comunidades que dependen de ellos. Las historias de quienes están al frente de esta actividad, con sus luchas diarias y su resiliencia, son un recordatorio de la importancia de proteger y revitalizar este sector esencial para el país.